La polémica surgida por las caricaturas del profeta Muhammad es, desde el punto de vista del Budismo, incomprensible. La blasfemia no existe como tal en el Budismo. Sentirte ofendido por las palabras o imágenes que cuestionan tus creencias es, según la enseñanza del Buda, algo torpe. El Buda mismo animó a sus seguidores a no sentirse ofendido por las palabras hostiles en contra de él, de su enseñanza o de su comunidad, sino de mantener un corazón amable y tolerante.
Claro, no siempre es fácil poner en práctica su enseñanza. Es casi automático sentirte cuestionado si se cuestionan tus principios y es demasiado fácil identificarte con una doctrina, una religión, una imagen, unas creencias y sentirte ofendido, justificando así la ira y la indignación. No hace más que añadir leña al fuego del mundo.
Hace poco una amiga me devolvió el libro de Jorge Luis Borges "Siete Noches", una colección de conferencias dado por él en el Coliseo de Buenos Aires en 1977. Una de estas se llama 'El Budismo'. En ella el escritor y conferencista argentino dijo:
"Hay, además, la leyenda del Buddha. Podemos descreer de esa leyenda. Tengo un amigo japonés, budista zen, con el cual he mantenido largas y amistosas discusiones. Yo le decía que creía en la verdad histórica del Buddha. Creía, y creo, que hace dos mil quinientos años hubo un príncipe del Nepal llamado Siddharta o Gautama que llegó a ser el Buddha, es decir, el Despierto, el Lúcido —a diferencia de nosotros que estamos dormidos o que estamos soñando ese largo sueño que es la vida—. Recuerdo una frase de Joyce: "La historia es una pesadilla de la que quiero despertarme." Pues bien, Siddharta, a la edad de treinta años, llegó a despertarse y a ser el Buddha.
Con aquel amigo que era budista (yo no estoy seguro de ser cristiano y estoy seguro de no ser budista) yo discutía y le decía: "¿Por qué no creer en el príncipe Siddharta, que nació en Kapilovastu quinientos años antes de la era cristiana?" Él me respondía: "Porque no tiene ninguna importancia; lo importante es creer en la Doctrina". Agregó, creo que con más ingenio que verdad, que creer en la existencia histórica del Buddha o interesarse en ella sería algo así como confundir el estudio de las matemáticas con la biografía de Pitágoras o Newton. Uno de los temas de meditación que tienen los monjes en los monasterios de la China y el Japón, es dudar de la existencia del Buddha. Es una de las dudas que deben imponerse para llegar a la verdad.
Las otras religiones exigen mucho de nuestra credulidad. Si somos cristianos, debemos creer que una de las tres personas de la Divinidad condescendió a ser hombre y fue crucificado en Judea. Si somos musulmanes tenemos que creer que no hay otro dios que Dios y que Muhammad es su apóstol. Podemos ser buenos budistas y negar que el Buddha existió. O, mejor dicho, podemos pensar, debemos pensar que no es importante nuestra creencia en lo histórico: lo importante es creer en la Doctrina."
'Siete Noches', ed. Fondo de Cultura Económica, México
Añadiría que lo importante tampoco es simplemente 'creer' en la Doctrina, sino ponerlo en práctica. Y recordar que ninguna doctrina, ninguna enseñanza, ninguna creencia y ninguna imagen es La Verdad. Son todos, como expresa la metáfora zen, nada más (ni menos) que dedos que apuntan a la luna. Y lo importante no es fijarte en el dedo, sino en la luna.
Bitácora 'periodistas 21' contiene más información y opiniones sobre la blasfemia
Algunos comentarios sobre 'Blasfemia y el Buda' que han aparecido en www.liberalismo.org