viernes, julio 04, 2014

Tres venenos

Ruben Sánchez Sánchez

Un hombre sentado bajo un árbol en profunda meditación, la primera luz del alba asoma por el horizonte. Una sensación, como un crujido continuo, un sonido hondo, grave, telúrico; abre los ojos. Ante él un disco que empequeñece todo el paisaje a su alrededor, gira cubriendo todo el cielo, haciendo temblar toda la tierra.

Parecería más bien que el horizonte entero se curvara creando un disco al que la vista no podría cubrir en una sola mirada. En el centro de ese disco un eje lo hace girar, constante, lo hace girar. Crepitando, toda la fuerza del universo hace girar la gran rueda. En ese eje un gallo le muerde la cola a una serpiente, ésta le muerde la cola a un cerdo y el cerdo le muerde la cola emplumada al gallo, forman un círculo que hace de eje motor de todo el movimiento.

Con los ojos entreabiertos observa los grabados del eje, el gallo sudando, tembloroso ante una pantalla, buscando un momento para estar satisfecho, abraza montañas de papeles, siempre arrastrando un mazo de llaves que apenas puede mover. Observa la serpiente, desconfiada, lanzando veneno a cualquier cosa que se mueve, mordiendo ramas, arrastrándose para no dejar huellas va dejando una, profunda e inconfundible. Susurra en un habla confusa, todo lo va tocando y analizando buscando calor para su fría piel.
Su mirada acaba posándose sobre el cerdo, buscando con el olfato algo que tragar, el hocico pegado a tierra hace que las orejas le caigan sobre los ojos sin dejarle ver. Le ve festejando y engullendo, esperando acabar para irse a engullir.
Los sentidos abarrotados no le dejan distinguir un tubérculo de una bellota. Sonríe a la cámara, se va al gimnasio y luego la recoge en su coche. Algo tenía que hacer, pero no acierta el qué.
Se le antojaban tan distintas estas imágenes, tan simples, tan totalizadoras.
-La extinción total de estas tres imágenes es lo que he hecho, eso es lo que me ha pasado-.
Un gallo, una serpiente y un cerdo, la avaricia, el odio y la ignorancia.
El alba continuaba sus lavados haciendo el cielo cada vez más claro, como una mente que se desembaraza de toda motivación y va iluminándose.
Lentamente se pone en pie, justo cuando todo el cielo comienza a ponerse rojo en unas ascuas que abarcan todo lo que antes abarcaba el disco. Se da cuenta que ya nada va a ser lo mismo, de que sienta o viva lo que esté sintiendo o viviendo no encuentra palabras que acierten a describir apenas el nuevo momento de la existencia.
Se da cuenta de la improbabilidad de poder explicar la negación, la extinción de un gallo, una serpiente y un cerdo como la totalidad de la motivación de la vida. La extinción de Dukka.


Llevaba días caminando y decidió descansar en un campo de mangos, hacía ya tiempo que no era tan consciente de su extraña imagen, un inglés vestido de monje budista por tierras de algún punto del norte de la India. Su compañero, un nativo que daba credibilidad a la pareja de caminantes le miraba abstraído, a veces refunfuñando de mal humor. –¡El inglés se miraba al espejo!- o mejor dicho, estaba mirando a cuatro espejos sucesivamente. El nativo se le acercó despacio por su espalda, se asomaría justo para ver lo que reflejaban esos espejos, en un momento que le pareció apto para la sorpresa se irguió sobre el hombro del inglés y se asomó por primera vez al disco. Se vio así mismo roto de dolor mirando a un amigo de la infancia, éste hablaba sonriente ante mucha gente y se veía a sí mismo sentado entre esa gente, deseando empujar y sentarse donde estaba su amigo, sudaba, se dolía de amargura y de rabia mordía el pie de sí mismo pensando cómo hacer desaparecer a todos los que tendrían lo que él quería, cerraba el mentón como si pudiera triturar así a cualquiera que impidiera sus deseos, incluso a sí mismo y de rabia mordía el pie de él mismo tumbado boca arriba, mirando sin ver un techo vacío y engullendo constantemente todo lo que se le ponía en frente, intentando recordar qué quería hacer y no encontrando más respuesta que una nueva tanda de cosas que engullir, quiso hablar y apenas le salió un ronquido y de rabia mordió la cola de un gallo.
De un salto el nativo se echó atrás, fuera de la visión del espejo.
-Esas son las cosas que no quiero ser-
-¿Es eso lo que te ha pasado?- preguntó el inglés sin apartarse del espejo.
-Sí, estaba celoso como un gallo, haciéndome hervir la sangre y arrebatándome un odio mortal como parece poseer a la serpiente e ignorante sólo podía atender a saciar cualquier apetencia sin poder ver más allá de la estancia donde estaba, apenas podía llegar a las ventanas, andando a cuatro patas sin guardar ya ningún equilibrio. Empujando las cosas con el morro como los cerdos.
-“Hemos visto como somos realmente, en nuestro estado menos desarrollado; lo aceptamos y de allí partimos”-(1).
La tarde fue dando colores más cálidos a las hojas, los tallos, los frutos de los mangos, aquel bosquecillo fue tomando un calor que ellos supieron reconocer en una larga meditación donde se alejaban, todavía revueltos en su cazar de colas, tres animalillos comunes, rodando en el eje de cuatro espejos concéntricos que reflejan el estado en el que nos hallamos, reflejan tres ampollas que gotean un veneno que afecta a nuestra visión y por lo tanto nuestro caminar se hace tambaleante e indeciso.



En realidad sólo venía a explicar cuál era la manera de iluminarse y qué era estar iluminado.
Así de fácil, él parecía tener la fórmula. Aquel hombre mayor pero de mirada vigorosa que hablaba de la Grecia clásica con especial emoción, mucho más que de sus peregrinaciones por la India, conocía la manera de estar iluminado y nos la iba a decir.
La sala de meditación grande estaba expectante, todos sonreímos mientras él se sentaba y en un suave inglés nos daba las gracias, parecía sorprenderse divertido por algunas reverencias.
Comenzó a hablar, interesante, divertido, didáctico, pero los minutos pasaban y no decía nada sobre la iluminación.
Algunos nos mirábamos cómplices. La charla parecía acabar y todavía no había dicho nada relacionado con la fórmula magistral de encontrar la iluminación. Al fin, cuando parecía que ya nada diría alguien levantó la mano y dijo:
-¿Y la fórmula de la iluminación?-
El quedó tan perplejo que su cara hizo estallar risas en toda la sala. Y como repitiendo algo archisabido fue soltando la frase:
-Sólo debes extinguir el odio, la avidez y la ignorancia-
-¿Ya está?-        -Ya está-                                                                                            
  
(1)”El Budismo: La enseñanza y su práctica” (pag 80)
Sangharákshita



martes, junio 24, 2014

Arte, budismo y haikus



Dejo un escrito de un amigo, Ruben Sánchez Sánchez, practicante del Dharma en la comunidad Triratna, que sigue nuestra exploración de esta relación intima entre el arte, el Dharma y la experiencia directa y desnuda de vivir.






Hace 2.500 años un hombre hizo una obra de arte con su existencia. Su primer pensamiento fue expresar aquello. Y al principio sólo fueron bocetos, dirigiéndose a las personas había que ser creativos, mediante la representación, la idealización de las ideas, es como sus vecinos comprendían mejor.

Con su muerte no dejó de sentirse la necesidad de expresar eso, la consecución de esa obra de arte. Y en esa necesidad fueron naciendo símbolos, la rueda del Dharma, construcciones, grandes columnas conmemorativas, estupas (Ashoka, durante el Imperio Maurya (322 - 180 a. e.), en el que se construyeron numerosos relieves esculpidos en portales, con relatos usando la simbología para representar al Buda y los sucesos de su vida y la iluminación, aunque nunca fueron representados ni el Buda Sakyamuni, ni otros Budas míticos de otras eras. Parece que esto se pudiera deber a una enseñanza que dio el propio Sakyamuni en Digha Nikaya en las que rechazaba cualquier representación de su cuerpo tras su extinción.

Con la llegada de las tropas de Alejandro Magno (332 a. e.) y cierta impronta en el arte tras su paso, empezaron a aparecer las primeras rupas del Buda Sakyamuni en postura sedente y con un corte claramente realista del arte griego. También la forma de recrear un Dios representable, un hombre-Dios, parece ser influencia griega en los reinos greco-bactriano e indogriego. A pesar de una larga tradición india en esculturas, nunca se representó antes al buda Sakyamuni ni a ningún Buda mítico.

Podemos ver cómo se desarrolla un arte budista en estos dos reinos:

En el reino greco-bactriano Gandhara (Pakistán). De influencia griega durante varios siglos. Se le adjudica la aportación de cabezas de pelo ondulado, ropaje sobre los hombros, sandalias, etc. (Wikipedia)

En el reino indogriego Mathura (Norte de India). Tiene influencias Indias muy fuertemente marcadas, como la representación antropomórfica de divinidades. En las posteriores representaciones del Buda se evidencia una evolución con respecto a las divinidades antropomórficas (el corte de la escuela griega). Suyos son el ropaje que cubre el hombro izquierdo, muselina fina, la rueda en la palma de la mano, la silla de loto, etc. (Wikipedia)

Estas dos influencias llegaron a influir entre sí, más simbología, pero ya ha aparecido el símbolo más reconocido entre el budismo, la postura sedente en serena meditación y su sonrisa.

Con la expansión del budismo por todo el continente asiático, cada región va solucionando de forma local los imperativos que sus formas y expresiones requería.

Sangharákshita le da una importancia de primer orden a la creatividad, al arte, y piensa que la persona que de forma honesta se dedica a crear arte es en sí un verdadero individuo. Él entiende que “un verdadero individuo es aquel que se caracteriza porque es consciente de sí mismo, por sus emociones positivas y refinadas, por su independencia mental y su libertad con respecto al condicionamiento grupal, por su creatividad y su energía que fluye libre, porque es más bien solitario y muchas veces no es muy popular” y continúa “Me llama la atención que se pueda decir que estas características pueda compartirlas una clase de persona que quizá, por lo general, no se asocia con cuestiones espirituales: el artista.” (Sangharakshita, La Sangha)

“El arte es parte de la vida espiritual y el artista es, o al menos podría ser, el verdadero individuo. 
El artista está más vivo que otras personas, un pintor, por ejemplo, es más consciente de las formas, los contornos, los colores. 
Un pintor hace que despertemos y veamos lo que nos rodea, con una consciencia más aguda de lo que sucede en el mundo exterior donde hay siluetas, formas y colores. Y lo mismo podría decirse de otras formas de expresión.
Atención consciente de las cosas y el entorno.
Los artistas no sólo están conscientes del mundo exterior constituido por las impresiones sensoriales. También están particularmente conscientes de sus propias respuestas a todo ello, así como de sus estados mentales y emocionales.
De algún modo incomprensible está consciente de la realidad misma, la realidad en el ser profunda y resonantemente sensible al significado y el misterio de la existencia. El artista siente la presencia de este misterio de la existencia, ya sea cósmico o humano”.

Sangharakshita explica cómo después de buscar distintas definiciones sobre el arte, ninguna le satisfizo, así que se puso a buscar una propia, la cual fue publicada en su libro “La religión del arte”:

“La organización de las impresiones sensoriales que expresa la sensibilidad del artista y comunica a quienes integran su público un sentido de valores que puede transformar sus vidas.”
  • Impresiones sensoriales: la unidad básica de cualquier expresión artística es eso, una impresión sensorial, bien en los oídos, en la retina, en nuestra mente. Un ritmo, un color, una palabra, son unidades básicas que provocan una impresión sensorial.
“El artista organiza este caos de impresiones en un patrón, le da forma, elabora una unidad y así crea un mundo, que es la obra de arte.” 
  • La sensibilidad: esta la dará el nivel de consciencia del artista. Unos cuantos artistas podría decirse que penetran, al menos de vez en cuando, más allá de los límites remotos de la consciencia humana ordinaria, para alcanzar la experiencia del conocimiento transcendental.
  • Comunica a quienes integran su público un sentido de valores que puede transformar sus vida
“si estamos de acuerdo en que el artista experimenta un nivel superior de conciencia, uno más amplio y en un grado más poderoso que el del común de la gente, entonces la obra de arte expresa ese grado de conciencia y no sólo lo expresa sino que lo comunica, en la medida en que cuando la comunicación es eficaz, después sentimos, si bien en un grado menor, el estado de conciencia que el artista tenía cuando la produjo. Esa es la comunicación del artista. Por lo menos de manera temporal nos lleva a su nivel y nos convertimos en un verdadero individuo. Por un rato compartimos sus mismos valores y su percepción, lo cual puede transformar nuestras vidas.”

Sangharákshita ve en todo esto algo que se refiere a la evolución humana, así el artista no es sólo una persona con una evolución más elevada, sino que con su contribución comunican su experiencia y contribuyen a la evolución superior de otras personas.




El acercamiento al budismo también es una cuestión estética, por la habilidad de un artesano en perfilar una sonrisa llena de algo, la habilidad en perpetuar ese diseño, esa sonrisa.

Quizá una forma de poesía japonesa que nos hable de una actitud de estar en el mundo, el Haiku.

El Haiku se compone, por lo menos en japonés, de tres versos de 5, 7 y 5 sílabas cada uno, suele darse una pista sobre la estación en la que se encuentra y se trata de describir fotográficamente un instante, fotográficamente porque no se ha de añadir absolutamente nada a la imagen a la que se está evocando, debe ser un ejercicio de atención plena consciente y de total objetividad, pero, y he aquí la magia del Haiku, precisamente ese instante real del momento tal y como se está dando nos ha de revelar todo el universo que lo contiene, los sentimientos que evoca, si se quiere hasta el olor que se respira en la escena.

Un viejo estanque
Salta una rana
¡Plof!

El haiku es un silencio expectante ante una imagen que nos ha llamado la atención o un momento presente que lo aprehendemos.
Si bien es verdad que el budismo ha dotado de una gran espiritualidad al haiku, se podría decir que el haiku ha dotado al budismo de una herramienta para su propio conocimiento, para la descripción de su ser.
Si miramos los cuatro temples de ánimo, miramos el corazón del budismo:
SABI: “soledad”
WABI: “ser tal”
AWARE: “el eco que queda  de lo que ha sido amado, ni tristeza, ni nostalgia (vacuidad).”
YUGEN: “una especie difícil de describir de misterio”
Las laksanas, las marcas de la existencia casi son las normas de estilo de los haikus.

AWARE: La transitoriedad (Anicca) es su sabor, no tanto nostálgico como recordando un pasado, sino saboreando algo que de forma segura va a desaparecer. O percatándose de forma cruel cómo el samsara, a pesar de ser una ilusión, la vivimos como algo sólido y duradero; así lo expresa Issa en un haiku escrito a la muerte de su hijo:


Este mundo es rocío,
podrá ser rocío,
Y sin embargo, y sin embargo…


SABI: La inexistencia del 'yo' (Anatman) donde el espectador es siempre uno mismo sintiendo lo que en realidad está sintiendo todo el universo, porque el placer en el haiku no es un placer egoico o centrado en uno mismo, precisamente en el haiku el placer, el acierto es el gozo en la desaparición del ego para darse cuenta de la total inexistencia del 'yo'.


En el bosque oscuro
cae una bellota:
sonido del agua.


WABI: El haiku está cubierto de una tenue templanza parecida a una suave tristeza que todo lo envuelve como en melancolía, duhkka, es un fondo intuido en todo haiku, un momento memorable que se hace adorable porque lo vamos a perder, porque sabemos de nuestra infinita soledad en una personalidad que no encontrara la felicidad hasta deshacerse con todo, cosa que a veces alcanzamos precisamente con un haiku, pero sólo sentirla ya sabemos que la vamos a perder.


Cae la cellisca;
infinita, insondable
soledad.


WABI: La compasión y la sabiduría (Karuna y Prajña) como dos patas de una actitud en la vida, las dos alas para alcanzar el vuelo, los dos ojos para ver profundamente, cómo hacer de ellas algo equilibrado y sabio, también hábil, mágico, creativo; sin duda, y precisamente de la mano de un buen loco nos vienen las soluciones extremadamente ambiciosas, pero que son las justas, Ryokan:


El viento trae
suficientes hojas caídas
para hacer el fuego


Se alegra de su suerte y lo hace incluso cuando encuentra un ladrón en su casa y le ofrece sus harapos para que no se vaya con las manos vacías después de haber subido a su choza y cuando éste se ha ido observa:

Al ladrón
se le olvidó
la luna en la ventana


Es como un Don Quijote, ¿está loco realmente? O ante esta vida y esos acontecimientos realmente esas son las formas más hábiles. ¿No es su realidad sabia? Se le ha olvidado la luna en la ventana, ¡no pasa nada!.


YUGEN: Pratiya Satmupada, coproducción condicionada, la clave del budismo y la clave del haiku:

Todo es un ciclo que viene de algo y se va a otro sitio, la vida es un devenir, las estaciones del año son la representación de ese traslado incesante, de esa condicionalidad de todo en todo.


El Zenrin dice:
Este espejo roto no reflejará más;
La flor caída no volverá a la rama.

Y Moritake dice en su haiku:

¿Una flor caída
volviendo a la rama?
Era una mariposa.


Todo es por algo, todo viene de algo, todo está condicionado por algo, nada aparece sin más, ni las sentencias del Zenrin.







miércoles, febrero 12, 2014

Budismo y la dimensión trascendente









¿Qué realidad vives?

¿El budismo es una cuestión de estar bien, de vivir mejor, de estar tranquilo? ¿O su verdadero propósito es mucho más asombroso?

¿Qué dices del 'sentimiento religioso cósmico' del cual habló Einstein?

Dejo aquí una charla que di hace un mes en el centro budista Triratna de Valencia como parte de una serie de charlas tituladas 'Budismo para hoy': "Budismo y la dimensión trascendente".

Y un poema de Rumi:

En el seno de este nuevo amor, muérete
Tu camino comienza en el otro lado.
Conviértete en el cielo
Con un hacha ataca el muro de tu prisión.
Escápate
Sal como si te hubieran dado a luz en
Un mundo de color.
Hazlo ya.
Estás cubierto de espesas nubes
Deslízate. Muere.
Silencio.
La quietud es señal segura de que
Has muerto.
En tu antigua vida ansiosamente huías
Del silencio sin cesar
Ahora se asoma la luna llena enmudecida.

martes, febrero 04, 2014

Una corriente de bendiciones


Hace mucho que no escribo en este blog. A ver si me animo. 

Por ahora dejo un vídeo que hice hace poco sobre un aspecto de La Orden Budista Triratna, lo que llamamos 'el colegio de preceptores públicos', responsables para las ordenaciones.

Un video de nuestra reunión en noviembre de 2013 con subtítulos en español (haz click en 'cc' en la esquina de abajo)