martes, junio 24, 2014

Arte, budismo y haikus



Dejo un escrito de un amigo, Ruben Sánchez Sánchez, practicante del Dharma en la comunidad Triratna, que sigue nuestra exploración de esta relación intima entre el arte, el Dharma y la experiencia directa y desnuda de vivir.






Hace 2.500 años un hombre hizo una obra de arte con su existencia. Su primer pensamiento fue expresar aquello. Y al principio sólo fueron bocetos, dirigiéndose a las personas había que ser creativos, mediante la representación, la idealización de las ideas, es como sus vecinos comprendían mejor.

Con su muerte no dejó de sentirse la necesidad de expresar eso, la consecución de esa obra de arte. Y en esa necesidad fueron naciendo símbolos, la rueda del Dharma, construcciones, grandes columnas conmemorativas, estupas (Ashoka, durante el Imperio Maurya (322 - 180 a. e.), en el que se construyeron numerosos relieves esculpidos en portales, con relatos usando la simbología para representar al Buda y los sucesos de su vida y la iluminación, aunque nunca fueron representados ni el Buda Sakyamuni, ni otros Budas míticos de otras eras. Parece que esto se pudiera deber a una enseñanza que dio el propio Sakyamuni en Digha Nikaya en las que rechazaba cualquier representación de su cuerpo tras su extinción.

Con la llegada de las tropas de Alejandro Magno (332 a. e.) y cierta impronta en el arte tras su paso, empezaron a aparecer las primeras rupas del Buda Sakyamuni en postura sedente y con un corte claramente realista del arte griego. También la forma de recrear un Dios representable, un hombre-Dios, parece ser influencia griega en los reinos greco-bactriano e indogriego. A pesar de una larga tradición india en esculturas, nunca se representó antes al buda Sakyamuni ni a ningún Buda mítico.

Podemos ver cómo se desarrolla un arte budista en estos dos reinos:

En el reino greco-bactriano Gandhara (Pakistán). De influencia griega durante varios siglos. Se le adjudica la aportación de cabezas de pelo ondulado, ropaje sobre los hombros, sandalias, etc. (Wikipedia)

En el reino indogriego Mathura (Norte de India). Tiene influencias Indias muy fuertemente marcadas, como la representación antropomórfica de divinidades. En las posteriores representaciones del Buda se evidencia una evolución con respecto a las divinidades antropomórficas (el corte de la escuela griega). Suyos son el ropaje que cubre el hombro izquierdo, muselina fina, la rueda en la palma de la mano, la silla de loto, etc. (Wikipedia)

Estas dos influencias llegaron a influir entre sí, más simbología, pero ya ha aparecido el símbolo más reconocido entre el budismo, la postura sedente en serena meditación y su sonrisa.

Con la expansión del budismo por todo el continente asiático, cada región va solucionando de forma local los imperativos que sus formas y expresiones requería.

Sangharákshita le da una importancia de primer orden a la creatividad, al arte, y piensa que la persona que de forma honesta se dedica a crear arte es en sí un verdadero individuo. Él entiende que “un verdadero individuo es aquel que se caracteriza porque es consciente de sí mismo, por sus emociones positivas y refinadas, por su independencia mental y su libertad con respecto al condicionamiento grupal, por su creatividad y su energía que fluye libre, porque es más bien solitario y muchas veces no es muy popular” y continúa “Me llama la atención que se pueda decir que estas características pueda compartirlas una clase de persona que quizá, por lo general, no se asocia con cuestiones espirituales: el artista.” (Sangharakshita, La Sangha)

“El arte es parte de la vida espiritual y el artista es, o al menos podría ser, el verdadero individuo. 
El artista está más vivo que otras personas, un pintor, por ejemplo, es más consciente de las formas, los contornos, los colores. 
Un pintor hace que despertemos y veamos lo que nos rodea, con una consciencia más aguda de lo que sucede en el mundo exterior donde hay siluetas, formas y colores. Y lo mismo podría decirse de otras formas de expresión.
Atención consciente de las cosas y el entorno.
Los artistas no sólo están conscientes del mundo exterior constituido por las impresiones sensoriales. También están particularmente conscientes de sus propias respuestas a todo ello, así como de sus estados mentales y emocionales.
De algún modo incomprensible está consciente de la realidad misma, la realidad en el ser profunda y resonantemente sensible al significado y el misterio de la existencia. El artista siente la presencia de este misterio de la existencia, ya sea cósmico o humano”.

Sangharakshita explica cómo después de buscar distintas definiciones sobre el arte, ninguna le satisfizo, así que se puso a buscar una propia, la cual fue publicada en su libro “La religión del arte”:

“La organización de las impresiones sensoriales que expresa la sensibilidad del artista y comunica a quienes integran su público un sentido de valores que puede transformar sus vidas.”
  • Impresiones sensoriales: la unidad básica de cualquier expresión artística es eso, una impresión sensorial, bien en los oídos, en la retina, en nuestra mente. Un ritmo, un color, una palabra, son unidades básicas que provocan una impresión sensorial.
“El artista organiza este caos de impresiones en un patrón, le da forma, elabora una unidad y así crea un mundo, que es la obra de arte.” 
  • La sensibilidad: esta la dará el nivel de consciencia del artista. Unos cuantos artistas podría decirse que penetran, al menos de vez en cuando, más allá de los límites remotos de la consciencia humana ordinaria, para alcanzar la experiencia del conocimiento transcendental.
  • Comunica a quienes integran su público un sentido de valores que puede transformar sus vida
“si estamos de acuerdo en que el artista experimenta un nivel superior de conciencia, uno más amplio y en un grado más poderoso que el del común de la gente, entonces la obra de arte expresa ese grado de conciencia y no sólo lo expresa sino que lo comunica, en la medida en que cuando la comunicación es eficaz, después sentimos, si bien en un grado menor, el estado de conciencia que el artista tenía cuando la produjo. Esa es la comunicación del artista. Por lo menos de manera temporal nos lleva a su nivel y nos convertimos en un verdadero individuo. Por un rato compartimos sus mismos valores y su percepción, lo cual puede transformar nuestras vidas.”

Sangharákshita ve en todo esto algo que se refiere a la evolución humana, así el artista no es sólo una persona con una evolución más elevada, sino que con su contribución comunican su experiencia y contribuyen a la evolución superior de otras personas.




El acercamiento al budismo también es una cuestión estética, por la habilidad de un artesano en perfilar una sonrisa llena de algo, la habilidad en perpetuar ese diseño, esa sonrisa.

Quizá una forma de poesía japonesa que nos hable de una actitud de estar en el mundo, el Haiku.

El Haiku se compone, por lo menos en japonés, de tres versos de 5, 7 y 5 sílabas cada uno, suele darse una pista sobre la estación en la que se encuentra y se trata de describir fotográficamente un instante, fotográficamente porque no se ha de añadir absolutamente nada a la imagen a la que se está evocando, debe ser un ejercicio de atención plena consciente y de total objetividad, pero, y he aquí la magia del Haiku, precisamente ese instante real del momento tal y como se está dando nos ha de revelar todo el universo que lo contiene, los sentimientos que evoca, si se quiere hasta el olor que se respira en la escena.

Un viejo estanque
Salta una rana
¡Plof!

El haiku es un silencio expectante ante una imagen que nos ha llamado la atención o un momento presente que lo aprehendemos.
Si bien es verdad que el budismo ha dotado de una gran espiritualidad al haiku, se podría decir que el haiku ha dotado al budismo de una herramienta para su propio conocimiento, para la descripción de su ser.
Si miramos los cuatro temples de ánimo, miramos el corazón del budismo:
SABI: “soledad”
WABI: “ser tal”
AWARE: “el eco que queda  de lo que ha sido amado, ni tristeza, ni nostalgia (vacuidad).”
YUGEN: “una especie difícil de describir de misterio”
Las laksanas, las marcas de la existencia casi son las normas de estilo de los haikus.

AWARE: La transitoriedad (Anicca) es su sabor, no tanto nostálgico como recordando un pasado, sino saboreando algo que de forma segura va a desaparecer. O percatándose de forma cruel cómo el samsara, a pesar de ser una ilusión, la vivimos como algo sólido y duradero; así lo expresa Issa en un haiku escrito a la muerte de su hijo:


Este mundo es rocío,
podrá ser rocío,
Y sin embargo, y sin embargo…


SABI: La inexistencia del 'yo' (Anatman) donde el espectador es siempre uno mismo sintiendo lo que en realidad está sintiendo todo el universo, porque el placer en el haiku no es un placer egoico o centrado en uno mismo, precisamente en el haiku el placer, el acierto es el gozo en la desaparición del ego para darse cuenta de la total inexistencia del 'yo'.


En el bosque oscuro
cae una bellota:
sonido del agua.


WABI: El haiku está cubierto de una tenue templanza parecida a una suave tristeza que todo lo envuelve como en melancolía, duhkka, es un fondo intuido en todo haiku, un momento memorable que se hace adorable porque lo vamos a perder, porque sabemos de nuestra infinita soledad en una personalidad que no encontrara la felicidad hasta deshacerse con todo, cosa que a veces alcanzamos precisamente con un haiku, pero sólo sentirla ya sabemos que la vamos a perder.


Cae la cellisca;
infinita, insondable
soledad.


WABI: La compasión y la sabiduría (Karuna y Prajña) como dos patas de una actitud en la vida, las dos alas para alcanzar el vuelo, los dos ojos para ver profundamente, cómo hacer de ellas algo equilibrado y sabio, también hábil, mágico, creativo; sin duda, y precisamente de la mano de un buen loco nos vienen las soluciones extremadamente ambiciosas, pero que son las justas, Ryokan:


El viento trae
suficientes hojas caídas
para hacer el fuego


Se alegra de su suerte y lo hace incluso cuando encuentra un ladrón en su casa y le ofrece sus harapos para que no se vaya con las manos vacías después de haber subido a su choza y cuando éste se ha ido observa:

Al ladrón
se le olvidó
la luna en la ventana


Es como un Don Quijote, ¿está loco realmente? O ante esta vida y esos acontecimientos realmente esas son las formas más hábiles. ¿No es su realidad sabia? Se le ha olvidado la luna en la ventana, ¡no pasa nada!.


YUGEN: Pratiya Satmupada, coproducción condicionada, la clave del budismo y la clave del haiku:

Todo es un ciclo que viene de algo y se va a otro sitio, la vida es un devenir, las estaciones del año son la representación de ese traslado incesante, de esa condicionalidad de todo en todo.


El Zenrin dice:
Este espejo roto no reflejará más;
La flor caída no volverá a la rama.

Y Moritake dice en su haiku:

¿Una flor caída
volviendo a la rama?
Era una mariposa.


Todo es por algo, todo viene de algo, todo está condicionado por algo, nada aparece sin más, ni las sentencias del Zenrin.